martes, 25 de junio de 2013

Azul II

Azul II

Azul tu montaña,
el arte,
mis pensamientos.
Y amarilla mi curiosidad
por saber quién eres.
Y temo a que mires
con prismáticos rojos
-o negros- ,
o que dejes de mostrarme
tu traslúcida presencia.
Si es azul tu montaña,
¿tu pasto es blanco y tu cielo verde?
Un velero de curiosidad surrealista
navega en el arcoíris de mi curiosidad
Y te veo en tu montaña….  ¡azul!


Azul I

Azul I

En Montaña Azul vive un misterioso ser
que me intriga un poco y hasta me obnubila
que gusta mis cuentos y poemas leer
y se halla siempre en primera fila

este personaje es muy misterioso
silente me observa en la lejanía
y estoy añorando que llegue un buen día
que salude y diga algo cariñoso

azul, como es el arte según Rubén Darío
es esa, su montaña, y allí está su refugio
y no logro saber si es admirador mío
o acaso algún espía planeando un subterfugio


domingo, 23 de junio de 2013

Un suspiro y una lágrima


Un suspiro y una lágrima.

Un martillazo en el cráneo, a la altura de su oído derecho, fue el que liberó a Liliana de aquel agobiante peso y de un cansancio añejo que la avejentaba y hacía sentir amargada. Frente a sus ojos goteaban, en rojo bermellón, veinticinco años de feliz matrimonio y sonoros ronquidos de Ezequiel, su adorado esposo. Muchas fueron las discusiones, las consultas y los remedios caseros… nada había solucionado aquella tortura de no dormir, noche tras noche, oyendo el huracán que salía de su boca. Aquella masa informe sobre la cama le recordaba una de sus muchas pesadillas, pero Liliana sonreía, consciente de su realidad y de las muchas noches de silencio por venir, ¡ya no habría más ronquidos! Vació meticulosamente el frasco de pastillas para dormir, teniendo cuidado de tomarlas todas con rapidez, ¡no había tiempo que perder! Se acurrucó junto a su marido, acarició tiernamente su cara deformada, tratando de poner en orden los pequeños trozos de masa encefálica que aún vibraban sobre la almohada; besó con pausa los ya fríos labios de Ezequiel y sonrió con una mezcla de alivio y agradecimiento. Con un suspiro, exclamó: ¡Hasta siempre, amor mío!; cerró sus ojos para dar paso a una lágrima ¡y al fin durmió! Con un suspiro

Un martillazo en el cráneo, a la altura de su oído derecho, fue el que liberó a Liliana de aquel agobiante peso y de un cansancio añejo que la avejentaba y hacía sentir amargada. Frente a sus ojos goteaban, en rojo bermellón, veinticinco años de feliz matrimonio y sonoros ronquidos de Ezequiel, su adorado esposo.  Muchas fueron las discusiones, las consultas y los remedios caseros…  nada había solucionado aquella tortura de no dormir, noche tras noche, oyendo el huracán que salía de su boca.  Aquella masa informe sobre la cama le recordaba una de sus muchas pesadillas, pero Liliana sonreía, consciente de su realidad y de las muchas noches de silencio por venir, ¡ya no habría más ronquidos!  Vació meticulosamente el frasco de pastillas para dormir, teniendo cuidado de tomarlas todas con rapidez, ¡no había tiempo que perder!  Se acurrucó junto a su marido, acarició tiernamente su cara deformada, tratando de poner en orden los pequeños trozos de masa encefálica que aún vibraban sobre la almohada; besó con pausa los ya fríos labios de Ezequiel, sonrió con una mezcla de alivio y agradecimiento y, con un suspiro, exclamó: ¡Hasta siempre, amor mío!