Cómplices
El
par de viejecitas, cual niñas disfrutando de su segunda infancia, esperaban
atisbando por las hendijas de las puertas batientes de la cocina. En el
comedor, Don Guillermo, se aprestaba a servirse un poco de la tizana fría y
refrescante que le esperaba , destilando gotas frías, en la fuente sobre la
mesa. Agitar de hielos, líquido vertiéndose y un grito: “¡Coño, por qué me
hacen esto!”. Caen dos “planchas” al piso y, al unísono las viejitas salen de
la cocina riendo a carcajadas: “Este viejo no aprende, carajo, jajajajaja!
Recogen las planchas, las enjuagan y, riendo aún, las victimarias se calzan sus
dentaduras, ante la mirada aviesa de una víctima que todas las semanas santas
cae en el truco burdo de este par de viejas sin oficio.
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