Amiga
La
que te escucha,
te
apoya y te acompaña, a pesar de la distancia.
Esa,
la que extrañas cuando se ausenta
y
a quien abrazas con una mirada
para
decirle: “todo estará bien”.
La
que ríe de tus chistes malos,
te
aconseja aunque no sigas sus recomendaciones
y
te acompaña a llorar tus derrotas.
Quien
te dice “no desmayes, creo en ti”
para
que te atrevas a seguir adelante,
quien
ante el dolor ríe y te dice “aguante”.
La
que, viéndote llorar, te respeta y admira,
aún
a sabiendas de que mucha de esa fortaleza emana de su abrazo, de su presencia.
Comprensión
certera de tus frases locas, refugio silente
de
poemas compartidos, narradora ferviente y fiel
de
“chismes” incontables que sólo ella sabe relatar con entusiasmo.
Ésa,
la que se come tu helado
o
sorbe de tu café, se roba la guinda de tu postre
y
pone cara de “yo no fui”, con una sonrisa de “no lo hago más”.
Saludo
lejano, compañía afable en la enfermedad,
recuerdo
en la salud, carcajada oportuna en la tristeza.
Abrazo
fuerte aunque te resistas, contacto cercano
con
la hermandad no consanguínea… ¡Amiga!
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