Un día especial
La
mañana del siete de enero prometía un día diferente. Así pensó Leticia al
preparar su vuelo matinal. Y, de hecho, así fue, pero no como ella lo habría
soñado: al salir, se topó con un señor bastante malhumorado que de un manotón
la hizo ir a dar contra una ventana. De camino a su trabajo, en el basurero
local, no dejaba de pensar que su día sería diferente, podía sentirlo de tal
manera que todos su vellos se erizaban de sólo volver a asomar la idea. Ya en
el trabajo, afanosa como era, se dedicó como ninguna otra a seleccionar los
mejores montones de basura; era toda una experta y siempre lo había demostrado,
así que hoy no sería la excepción.
Ya
al final de la jornada, en la tarde, luego de un descuido involuntario, tropezó
de frente con un rociador áereo de insecticida. Luego del sopor y el mareo
inicial, siguió su trabajo con ahínco, era muy resistente y un simple olor
fuerte no iba a detener su vuelo; además, ya estaba por terminar su turno y
pronto se reuniría con sus compañeras en el callejón sin luz. Le prometieron un
festín y ella no se lo perdería por nada del mundo. Culminadas sus labores,
Leticia –entusiasmada y contenta- decidió tomar un atajo en el camino a su
fiesta nocturna. Estaba un poco cansada y con algo de mareo. Debía ser por el
insecticida que inhaló, ¡cosa rara!, porque no solían afectarla mucho los
químicos y ya estaba bastante acostumbrada a ellos. No voló por las rutas
normales, quería evitar el tráfico y las corrientes súbitas de aquella noche
fría. Volvió a sentirse cansada y decidió acortar aún más el camino,
atravesando por una casa. De pronto, le falló la respiración y un ligero mareo
la hizo tambalearse; se sintió desorientada cuando de pronto una joven apagó
las luces. Dio varias vueltas buscando ubicarse nuevamente, se recostó por unos
instantes de una gran pantalla iluminada y trató de continuar cuando, de
pronto, sintió un impacto avasallante. Y ya no pudo levantarse para continuar.
Leticia intentó moverse con las pocas fuerzas que le quedaban pero, al voltear
para ver por qué su cuerpo no respondía, alcanzó a ver parte sus
entrañas esparcidas a poca distancia. ¡Sí, al fin éste sí era un día
especial, no se había equivocado aquella mosca tan perspicaz! Era el día para
morir a medianoche, de un manotazo involuntario, en la brillante pantalla de
una minilaptop, a escasos metros de su destino!
No
hubo funeral, nadie se enteró de su muerte sino hasta días después, cuando sus
compañeras consiguieron su cuerpo desmembrado en una bolsa en el basurero… ¡Y
fue todo un festín para sus amigas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu trazo, comenta: