EL PERFIL DEL DOCENTE: ¡SER APENAS
OTRA ALMA HUMANA!
por Osiris Bocaney (Notas) el Martes, 2 de abril de 2013 a la(s)
19:26
Todo
tiempo pasado fue mejor, tal pareciera ser el pensamiento fijo y recurrente que
acude a la mente de los docentes de aula y especialistas de Educación Especial
que en los momentos actuales hacen vida en el Sistema Educativo
Bolivariano. ¿La razón?, ¡una simpleza!: la reformulación de todo lo que
concierne a la especialidad antes citada, la desaparición (por fusión, traslado
o simple eliminación) de unidades que, si bien es cierto no tenían una
funcionalidad y efectividad del cien por ciento, servían de apoyo a la labor
tan ardua de atender a la población de estudiantes con necesidades especiales
de atención, promoviendo su integración en el aula y la posterior inclusión en
todo cuanto conforma el sistema de convivencia escolar. Y es que, en ese
tiempo pasado, no había la posibilidad real de una atención a tiempo completo
de nuestros niños y niñas con necesidades especiales de atención, pero ya se
había logrado cierta articulación que, de cara a la reforma propuesta, se
pierde y no tiene solución de continuidad, no sólo por lo relativamente
espasmódica de la decisión, sino que al llevar a cabo la reforma que ya está en
marcha se han dejado de lado ciertos elementos de carácter operativo,
estructural y pedagógico que efectivamente harán muy cuesta arriba la
aplicación del cambio propuesto.
Uno
de los primeros bemoles que se plantean en la orquestación de este cambio lo
reviste la falta de una población suficiente de especialistas que pase a suplir
el rol de auxiliar en cada aula, dando soporte a la labor realizada por el
docente integral o de educación inicial. De igual forma, se puede
mencionar una total falta de articulación entre los subsistemas, lo que no
permite una programación pedagógica congruente y efectiva que garantice los
derechos a una educación de calidad –y en la diversidad- de nuestros educandos.
Aunado
a lo anterior se halla el hecho de que nuestros docentes, mejorando lo presente
y sin ánimos de ofender al gremio, no cuentan con una capacitación que
realmente les habilite para la planificación de actividades de integración e
inclusión de nuestra población estudiantil con necesidades especiales de
atención, no digamos ya la posibilidad real –por número de estudiantes y
capacidad física de la infraestructura- de albergar en un mismo espacio a una
diversidad de personas ya de por sí demandantes, por su grupo etario y sus necesidades
de aprendizaje en circunstancias “normales”; entendiendo por “norma” lo que
hasta el momento venía teniendo lugar en nuestras escuelas e instituciones de
educación especial y no haciendo –para nada- referencia a las características
diversas de nuestros estudiantes.
Ante
el escenario anterior habrá quien alegue la tan consabida resistencia al cambio
que siempre suele presentarse y que probablemente sea la excusa más simple para
no prestar atención a estas observaciones. Sin embargo, me permito señalar
que una de las causas de la resistencia al cambio tiene su raíz en el
desconocimiento, elemento que en la actualidad, a pesar de haberse activado
algunos mecanismos para dar a conocer la propuesta de reestructuración, es un
denominador común entre propios y ajenos, incluyendo entre los primeros a los
propios educandos y sus familiares. Otro punto importante de destacar es
que, aparte de ese desconocimiento acerca de la forma como se operacionalizará
el cambio propuesto, no se han habilitado de manera correcta los espacios de
los que se dispone y se ha recurrido, como ya es costumbre en el país, a
renombrar o rebautizar con siglas y demás aparatos lo que hasta ahora ha
existido, en una suerte de sincretismo que no luce totalmente claro para los
principales actores del sistema educativo y que aún produce no sólo dudas sino
también incertidumbre.
Ante
este panorama, cabe preguntarse, desde la responsabilidad personal y desde el
compromiso con esta hermosa profesión: “¿Y yo, qué pito toco en todo este maremágnum?,
¿cómo me inserto en el cambio, sin ser un simple borrego, pero sin ser tampoco
piedra de tranca?”… surge en este punto la necesidad de la autorrenovación del
perfil profesional, de una perspectiva del enfoque del ejercicio docente
totalmente holística, más integradora y menos parcelada que lo que hemos venido
haciendo. Nace, también la necesidad de redefinirnos como docentes,
generando –a motu propio, de oficio y casi que ad honorem- toda una serie de
nuevas competencias vinculadas a esa nueva interacción que tendrá lugar puertas
adentro de nuestras aulas. Deberemos convertirnos en el docente combativo
que plantea Freyre, pero también en el docente mediador que propone Vigotsky,
consciente de una realidad totalmente dialéctica pero muy poco dialógica,
porque nos presenta retos y contradicciones para enfrentar en el día a día,
pero muy pocas oportunidades de ser escuchados desde la posibilidad y la verdad
de que somos quienes directamente llevaremos a cuesta la mayor carga de la
reforma propuesta desde la punta de esa Torre de Babel que hoy se nos antoja el
Ministerio del Poder Popular para la Educación. Otro aspecto que deberá
incorporarse en el perfil del docente, será la capacidad de diálogo, la
necesidad de comprensión e inclusión real de la alteridad y una creatividad sin
medida para sortear los bien difíciles retos que por ahora se perfilan.
Para sumar un poco más a la receta del nuevo perfil, deberemos incluir la
capacidad de consenso y la actualización en materia de educación especial en cuanto
concierne a las conceptualizaciones básicas, que ya de por sí son un bache en
muchos de nosotros, planificación integradora e inclusiva, aprendizaje
significativo –desde la significatividad de los estudiantes y no sólo del
docente- y estrategias didácticas actualizadas y flexibles, toda vez que
permitan su adaptación a la gran diversidad funcional y cognitiva que se nos ha
de poner en el horizonte de logros por obtener.
De
cara a lo anterior, surge también el reto de una actualización del docente de
educación especial y un mayor reto, por cuanto deberá trabajar de manera
integrada en las aulas, saliendo de lo que hasta ahora para muchos era una
“parcela personal”. De igual forma, ese enfoque amplio, consensuador y
dialógico deberá ser extensivo a las familias, donde probablemente la
resistencia al cambio será mayor, llegando a generar incluso altos niveles de
deserción por no estar de acuerdo o no comprender las dimensiones del cambio
que se les propone. Es aquí donde entra el mayor reto para el perfil de
ambos docentes: la comunicación y la empatía para –a lo mejor no creyendo por
completo en la propuesta- lograr que nuestros niños y niñas se mantengan
escolarizados y los índices de deserción por temor sean mínimos. Habrá
necesidad, para ello, de mucha paciencia, actitud de escucha activa y, por
sobre todas las cosas, calidad humana para entender esas necesidades y,
salvando las nuestras, tratar de seguir con esta labor tan humana y maravillosa
como es la del docente.
Para
finalizar, creo que debo cerrar diciendo que, si bien es cierto que comencé con
una frase considerada para muchas personas como retrógrada, también es cierto
que esa frase puede cobrar validez, dependiendo del cristal con que se mire la
situación objeto de estudio y de los factores que la circundan. La frase
en sí misma puede ser inofensiva o puede asomar el riesgo que todos corremos de
encerrarnos en la cápsula del tiempo pasado y por ello negarnos a atender a
nuestros “pollos” dentro del corral que nos toque (perdón por la metáfora, pero
es la que más me agrada para hacer referencia a nuestros estudiantes).
Dije que finalizaba, lo hago con una cita de Carl Jung que, a mi modo de ver,
rebate lo retrógrado del adagio popular con el que comencé este ensayo y
resume, limpiamente, las características del perfil docente de cara a esta
reforma y al ejercicio mismo de cualquier profesión: “Conozca todas las
teorías. Domine todas las técnicas pero, al tocar un alma humana, sea
apenas otra alma humana”.
Caracas, Marzo de 2013

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