lunes, 20 de mayo de 2013

La Voz de la Muerte

La voz de la muerte


Viene cada mes y toca su timbre.  Tiene una voz agradable y muy varonil.  Su dicción es muy aceptable.  Y demuestra tanta cortesía que a veces resulta chocante. Nunca le he visto, ¡no me atrevo a asomarme a la ventana!, aunque sería muy fácil.  Para mí es solo eso, una voz, ¡la voz de la muerte!  Oigo cómo le formula preguntas personales, le increpa de sus gustos y hasta se atreve a pedirle su número de teléfono. A ella, a mi vecina, le gusta.  Se le nota en la voz y en la risa (su tono no suele ser el mismo con el que grita a los niños que cuida).  Sólo oigo su risa una vez al mes.  Cuando ocurre esta visita furtiva, a media mañana, cuando no hay casi nadie en el vecindario.  Y su tos cada vez más sonora de fumadora crónica, rompe el silencio de la media mañana e interrumpe esa placentera risa.  Respira. Se calma.  Es así cada treinta días.


Hoy volvió la voz a casa de mi vecina.  Siempre con un bolso cargado de regalos.  La endulza, la prepara lentamente.  Y hubo risas, flirteos, comentarios.  ¡Y esa voz!  Una voz que parece entrenada para hacer sonreír, para responder a sus requerimientos.  Ella, mi vecina, cede.  No le importa la reiteración de las preguntas, responde presta y con gusto porque sabe que obtendrá su premio como el mes pasado, como el mes próximo.  Solo por eso contesta y sonríe…   y suspira ansiosa.  Termina la entrevista, ya la muerte deja su legado, su cuota de inversión progresiva y mi vecina la recibe, sonriente.  Se va la voz y ella, mi vecina, abraza a su paquete de cajetillas de cigarrillos, ansiosa de que llegue el próximo mes.  Feliz de haberse ganado un regalo más de la voz.  Tose y se ahoga.  Y cierra la puerta sonriente.

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