sábado, 12 de octubre de 2013

Vivir a pesar de todo y de todos

VIVIR A PESAR DE TODO Y DE TODOS

“Find the joy in your life”… encuentra la felicidad en tu vida, ésta es una de las recomendaciones más profundas que pueden extraerse de la película Antes de Partir, cuya proyección disfrutamos en días pasados.  Y esta recomendación involucra el asumir la vida propia desde la responsabilidad de su disfrute a plenitud como ser humano individual, pero también gregario, que se relaciona con otras personas y que –gracias a dicha interrelación- es capaz de disfrutar su existencia a plenitud.
La trama nos muestra a dos personajes totalmente contrapuestos
–aparentemente- y disímiles, cuyos esquemas de valores parecieran irreconciliables, pero que a la larga se revelan muy similares, sólo que concebidos desde diferentes perspectivas, propias de las experiencias de vida de cada uno.  Y son esos esquemas de valores y ese encuentro los que guían de alguna manera un viaje introspectivo llevado simultáneamente al desarrollo de la trama.  Mientras observamos la pantalla, nos revisamos –consciente o inconscientemente- para “sacar nuestras cuentas” y compararnos con algunos valores y principios de vida que se hacen evidentes en la historia presentada.  En primer lugar se pone de manifiesto la vida como valor terminal (Rokeach, 1973) para ambos personajes, concebido por Carter como una experiencia sustentada en otros valores instrumentales como la coherencia, la responsabilidad, la lealtad y el amor, entre otros.  Para Edward, por su parte, este valor obtiene su validación mediante otros que permiten su subsistencia: la perseverancia, la superación, la constancia y la responsabilidad. 
De cara a esto, Carter, al vivir en forma coherente a sus principios, siente y afirma haber encontrado el gozo (prefiero llamarlo de esa manera) de ser humano, amado y amante de quienes le rodean, a pesar de no haber cumplido todas las metas que en algún momento conformaron su proyecto de vida, alterado radicalmente por el nacimiento de su primer hijo.  Y es sobre la base de esa vivencia –y de la observación que le ha permitido el acercamiento durante las semanas compartidas- que Carter increpa a Edward acerca de si ha sido feliz y si ha hecho felices a otros. Él siente que , habiendo vivido conforme a sus principios dando a otros la autenticidad de su persona, ha logrado regalarles la felicidad que estaba en sus manos y que ha recibido a cambio el gozo necesario para sentirse bien consigo mismo, aún de cara a la muerte, representada por una inminente metástasis cancerígena.  Edward, por su parte, al sentirse reconocido, próspero y cómodamente atendido, considera que también ha sido feliz.  Sin embargo, al encarar la pregunta de Carter, se percata de que si bien es cierto que sus valores le han concedido una vida cómoda y plena de lujos, la persona humana que él es aún resiente la necesidad de otros aspectos, que yo –como espectadora- relaciono con la priorización equivocada (¿o debería decir “relativizada”?) de otros valores –instrumentales unos, terminales, otros- que no permiten su realización plena como ser humano.  Al igual que a Carter, el tiempo compartido como parte de su proyecto “terminal” de vida, le permite revisar su esquema de valores y reformular –a regañadientes- algunos que él sabe deben tener una mayor relevancia, pero que por soberbia y por miedo (antivalores que de una u otra manera también se manifiestan en nuestras vidas) él se niega a reconocer.
Al igual que Carter y Edward, siento que mi vida ha estado guiada por valores, cuya revisión no ha sido del todo constante pero no por ello puedo afirmar que no hayan cambiado a lo largo de mi vida.  Es así como valores que creí en un momento poco relevantes por el hecho de que a veces los tenemos tan a la vista, tan a la mano, tan sin pedirlos (como la familia, el amor, la coherencia, la salud); con el tiempo se han convertido en elementos fundamentales para mi existencia y mi crecimiento continuo como persona.  Cabe en este punto retomar lo que se define como valor, entendiendo que 
Todo valor supone la existencia de una cosa o persona que lo posee y de un sujeto que lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los valores no tienen existencia real sino adheridos a los objetos que lo sostienen. Antes son meras posibilidades. (Prieto Figueroa, 1984, p. 186)

y es en este sentido –amplio, a mi parecer- que concibo los valores antes mencionados.  Son principios de vida que para mí gozan de una importancia radical y sin los cuales perdería buena parte de la esencia de la persona que soy.  Y en este sentido, el de ser persona, puedo reconocerme no sólo en los valores que me relacionan con mis seres queridos, con la vida misma; también puedo admitir que existen otros valores de índole personal que rigen mi comportamiento intrapersonal e interpersonal, como son: el Honor, la Responsabilidad, la Libertad, la Humildad, la Tolerancia, la Solidaridad, la Honestidad, la Confianza, el Respeto y la Lealtad. Valores todos que se manifiestan en mayor o menor intensidad en los diferentes ámbitos de mi vida y que –no puedo negarlo-, como todo ser humano, en muchas oportunidades puedo llegar a dejar de lado, bien sea condicionada por mis propias decisiones, miedos, aspiraciones, o por las situaciones que se presentan en un momento determinado. Y es que no se puede dejar de lado que la valoración de nosotros mismos y de nuestro entorno es compleja e incluye una serie de escenarios de índole intelectual y afectiva que implican tomar decisiones; estimar situaciones, personas, cosas y actuar en consecuencia.  Esto influye, como ya señalé, en todos los ámbitos de nuestro hacer y vivir y supone la formulación de metas y propósitos personales para convertirse en fuerza orientadora de nuestra conducta y nuestros logros. En este sentido, podemos retomar la parte de la película donde ambos personajes discuten su “bucket list”, su lista de logros; su proyecto de vida para lo que será su futuro, aparentemente determinado por una muerte inminente.

En este punto, puedo afirmar que sentí gran empatía por el personaje de Carter, por el hecho de que de cara a una situación tan radical, revisa y reformula sus aspiraciones en ese momento de su vida.  Siempre he creído que los seres humanos en algún momento, si no constantemente –no necesariamente de cara a la muerte-, nos tomamos un tiempo para “sacar cuentas”, hacer una especie de arqueo de lo que tenemos, lo que esperábamos tener y  de los logros que hemos cosechado en el camino de nuestra vida.  Pero no sólo con ese aspecto, sino porque – a pesar de la frustración escondida (recordemos la evocación de su deseo no concretado de ser profesor de Historia)- es una persona que trata de ser coherente con sus principios y valores, aún en momentos de crisis.  Extrapolando esto a mi situación personal, puedo afirmar que, de cara a mi Proposición de Proyecto, he evidenciado que sí he tenido esos momentos en los que llevo a cabo un arqueo de logros y del punto en el que me encuentro; sólo que con una diferencia notoria: no ha habido un plan de vida real que pudiera servir como referente para las comparaciones en las que incurrimos cuando hacemos tal actividad.  Y con esto no quiero decir que mi vida haya sido siempre un divagar sin rumbo concreto, lo que quiero manifestar es que ese plan de vida no ha sido plasmado de manera concreta y, lo poco –al menos para mí lo es- que he planteado ha sido en el término de 10 años hacia el presente.  Parecerá una locura, pero en este punto no veo sentido a mentir al respecto, siendo que mi Proyecto del Ser tiene mucho que ver con ese aspecto que realmente no ha tenido consistencia y que se evidencia con mucho en lo que concierne a mi persona y mi forma de afrontar ciertas situaciones.

Por otra parte, me ha llamado mucho la atención la capacidad de comunicación de Carter, de escuchar al otro más en su hacer que en su decir y la espera del momento oportuno para establecer un canal efectivo para este acto tan importante para el ser humano, logrando interactuar de forma efectiva con su interlocutor, cualidades que considero debemos cultivar como docentes y como seres humanos, para garantizarnos en alguna medida un desempeño no sólo productivo y beneficioso, sino también afectivamente y emocionalmente enriquecedor.  Sin embargo, pecaría de injusta conmigo misma si no reconociera haberme visto reflejada también en ciertas actitudes de Edward, en la prepotencia, y –en muchas oportunidades- cierto miedo que reflejan ambos personajes: Edward ante situaciones de su vida pasada que aún no ha resuelto, Carter, ante la inminencia de la muerte y la certeza de que muchos planes podrán quedar inconclusos.  A pesar de estos miedos ambos se encuentran en un momento en el que logran aceptarse el uno al otro y compartir una lista de logros que dejan de ser individuales para ser fruto compartido de una experiencia de vida. Buscando un poco –a lo mejor forzando las situaciones la aplicación práctica a esa lista conjunta de metas por cumplir, recordé muchas oportunidades en mi quehacer docente cuando me he topado con alumnos desahuciados por el sistema, por sus padres, por los maestros, nuestros colegas.  Y es aquí donde le veo –entre muchas otras-, el aprendizaje que me ha dado la película: vivir a pesar de todo y de todos, el no permitir que nadie nos diga que no podemos lograr nuestras metas y, especialmente como docente, el de no desahuciar a un alumno por el solo hecho de considerar que no se ajusta a mi esquema de expectativas.  Siento que seremos mejores docentes y mejores personas en la medida que, como Carter, seamos capaces de ejercer esa escucha activa que permite trascender el límite de las palabras y llegar a las expresiones, a las experiencias de vida de nuestro interlocutor –llámese alumno, hijo, representante, pareja, amigo- para establecer una comunicación en la que realmente podamos involucrarnos desde la razón y desde los afectos. Me parece que es una manera de poner el granito de arena para seguir esa recomendación “find the joy in your live”… vivir a pesar de todo y de todos, vivir para ti, pero también con la plena consciencia de que tu vida, tus vivencias, no sólo tuyas, sino que forman parte también del acervo de las vivencias de quienes forman parte de ella.  Seguir esta  recomendación que puede dejarnos como regalo final aquello que decía al principio de la película y que me quedó grabado desde el primer momento, llegar al final de nuestros días “con los ojos cerrados, pero con el corazón abierto”.

 

Referencias

Prieto Figueroa, L. B. (1984): Principios generales de la educación. Caracas: Monte Ávila.

Rokeach, M. (1973): The nature of human values. New York: Free Press.

http://www.elseptimoarte.net/peliculas/the-bucket-list-764.html

http://www.imdb.com/title/tt0825232/



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