VIVIR
A PESAR DE TODO Y DE TODOS
“Find the joy in your life”… encuentra
la felicidad en tu vida, ésta es una de las recomendaciones más profundas que
pueden extraerse de la película Antes de
Partir, cuya proyección disfrutamos en días pasados. Y esta recomendación involucra el asumir la
vida propia desde la responsabilidad de su disfrute a plenitud como ser humano
individual, pero también gregario, que se relaciona con otras personas y que
–gracias a dicha interrelación- es capaz de disfrutar su existencia a plenitud.
La trama nos muestra a dos personajes totalmente
contrapuestos
–aparentemente- y disímiles, cuyos esquemas de valores parecieran
irreconciliables, pero que a la larga se revelan muy similares, sólo que
concebidos desde diferentes perspectivas, propias de las experiencias de vida
de cada uno. Y son esos esquemas de
valores y ese encuentro los que guían de alguna manera un viaje introspectivo
llevado simultáneamente al desarrollo de la trama. Mientras observamos la pantalla, nos
revisamos –consciente o inconscientemente- para “sacar nuestras cuentas” y
compararnos con algunos valores y principios de vida que se hacen evidentes en
la historia presentada. En primer lugar
se pone de manifiesto la vida como valor terminal (Rokeach, 1973) para ambos
personajes, concebido por Carter como una experiencia sustentada en otros
valores instrumentales como la coherencia, la responsabilidad, la lealtad y el
amor, entre otros. Para Edward, por su
parte, este valor obtiene su validación mediante otros que permiten su
subsistencia: la perseverancia, la superación, la constancia y la
responsabilidad.
De cara a esto, Carter, al vivir en
forma coherente a sus principios, siente y afirma haber encontrado el gozo
(prefiero llamarlo de esa manera) de ser humano, amado y amante de quienes le
rodean, a pesar de no haber cumplido todas las metas que en algún momento
conformaron su proyecto de vida, alterado radicalmente por el nacimiento de su
primer hijo. Y es sobre la base de esa
vivencia –y de la observación que le ha permitido el acercamiento durante las
semanas compartidas- que Carter increpa a Edward acerca de si ha sido feliz y
si ha hecho felices a otros. Él siente que , habiendo vivido conforme a sus
principios dando a otros la autenticidad de su persona, ha logrado regalarles
la felicidad que estaba en sus manos y que ha recibido a cambio el gozo
necesario para sentirse bien consigo mismo, aún de cara a la muerte,
representada por una inminente metástasis cancerígena. Edward, por su parte, al sentirse reconocido,
próspero y cómodamente atendido, considera que también ha sido feliz. Sin embargo, al encarar la pregunta de
Carter, se percata de que si bien es cierto que sus valores le han concedido
una vida cómoda y plena de lujos, la persona humana que él es aún resiente la
necesidad de otros aspectos, que yo –como espectadora- relaciono con la
priorización equivocada (¿o debería decir “relativizada”?) de otros valores
–instrumentales unos, terminales, otros- que no permiten su realización plena
como ser humano. Al igual que a Carter,
el tiempo compartido como parte de su proyecto “terminal” de vida, le permite
revisar su esquema de valores y reformular –a regañadientes- algunos que él
sabe deben tener una mayor relevancia, pero que por soberbia y por miedo (antivalores
que de una u otra manera también se manifiestan en nuestras vidas) él se niega
a reconocer.
Al igual que Carter y Edward,
siento que mi vida ha estado guiada por valores, cuya revisión no ha sido del
todo constante pero no por ello puedo afirmar que no hayan cambiado a lo largo
de mi vida. Es así como valores que creí
en un momento poco relevantes por el hecho de que a veces los tenemos tan a la
vista, tan a la mano, tan sin pedirlos (como la familia, el amor, la
coherencia, la salud); con el tiempo se han convertido en elementos
fundamentales para mi existencia y mi crecimiento continuo como persona. Cabe en este punto retomar lo que se define
como valor, entendiendo que
Todo valor supone la existencia de una cosa o persona que lo posee
y de un sujeto que lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los
valores no tienen existencia real sino adheridos a los objetos que lo
sostienen. Antes son meras posibilidades. (Prieto Figueroa, 1984, p. 186)
y es en
este sentido –amplio, a mi parecer- que concibo los valores antes
mencionados. Son principios de vida que
para mí gozan de una importancia radical y sin los cuales perdería buena parte
de la esencia de la persona que soy. Y
en este sentido, el de ser persona, puedo reconocerme no sólo en los valores
que me relacionan con mis seres queridos, con la vida misma; también puedo
admitir que existen otros valores de índole personal que rigen mi
comportamiento intrapersonal e interpersonal, como son: el Honor,
la Responsabilidad,
la Libertad,
la Humildad,
la Tolerancia,
la Solidaridad,
la Honestidad,
la Confianza,
el Respeto y la
Lealtad. Valores todos que se manifiestan en mayor o menor
intensidad en los diferentes ámbitos de mi vida y que –no puedo negarlo-, como
todo ser humano, en muchas oportunidades puedo llegar a dejar de lado, bien sea
condicionada por mis propias decisiones, miedos, aspiraciones, o por las
situaciones que se presentan en un momento determinado. Y es que no se puede
dejar de lado que la valoración de nosotros mismos y de nuestro entorno es
compleja e incluye una serie de escenarios de índole intelectual y afectiva que
implican tomar decisiones; estimar situaciones, personas, cosas y actuar en
consecuencia. Esto influye, como ya señalé,
en todos los ámbitos de nuestro hacer y vivir y supone la formulación de metas
y propósitos personales para convertirse en fuerza orientadora de nuestra
conducta y nuestros logros. En este sentido, podemos retomar la parte de la
película donde ambos personajes discuten su “bucket list”, su lista de logros;
su proyecto de vida para lo que será su futuro, aparentemente determinado por
una muerte inminente.
En
este punto, puedo afirmar que sentí gran empatía por el personaje de Carter,
por el hecho de que de cara a una situación tan radical, revisa y reformula sus
aspiraciones en ese momento de su vida.
Siempre he creído que los seres humanos en algún momento, si no
constantemente –no necesariamente de cara a la muerte-, nos tomamos un tiempo
para “sacar cuentas”, hacer una especie de arqueo de lo que tenemos, lo que esperábamos
tener y de los logros que hemos
cosechado en el camino de nuestra vida.
Pero no sólo con ese aspecto, sino porque – a pesar de la frustración
escondida (recordemos la evocación de su deseo no concretado de ser profesor de
Historia)- es una persona que trata de ser coherente con sus principios y
valores, aún en momentos de crisis. Extrapolando
esto a mi situación personal, puedo afirmar que, de cara a mi Proposición de
Proyecto, he evidenciado que sí he tenido esos momentos en los que llevo a cabo
un arqueo de logros y del punto en el que me encuentro; sólo que con una
diferencia notoria: no ha habido un plan de vida real que pudiera servir como
referente para las comparaciones en las que incurrimos cuando hacemos tal actividad. Y con esto no quiero decir que mi vida haya
sido siempre un divagar sin rumbo concreto, lo que quiero manifestar es que ese
plan de vida no ha sido plasmado de manera concreta y, lo poco –al menos para
mí lo es- que he planteado ha sido en el término de 10 años hacia el
presente. Parecerá una locura, pero en
este punto no veo sentido a mentir al respecto, siendo que mi Proyecto del Ser
tiene mucho que ver con ese aspecto que realmente no ha tenido consistencia y
que se evidencia con mucho en lo que concierne a mi persona y mi forma de
afrontar ciertas situaciones.
Por
otra parte, me ha llamado mucho la atención la capacidad de comunicación de
Carter, de escuchar al otro más en su hacer que en su decir y la espera del
momento oportuno para establecer un canal efectivo para este acto tan
importante para el ser humano, logrando interactuar de forma efectiva con su
interlocutor, cualidades que considero debemos cultivar como docentes y como
seres humanos, para garantizarnos en alguna medida un desempeño no sólo
productivo y beneficioso, sino también afectivamente y emocionalmente
enriquecedor. Sin embargo, pecaría de
injusta conmigo misma si no reconociera haberme visto reflejada también en
ciertas actitudes de Edward, en la prepotencia, y –en muchas oportunidades-
cierto miedo que reflejan ambos personajes: Edward ante situaciones de su vida
pasada que aún no ha resuelto, Carter, ante la inminencia de la muerte y la
certeza de que muchos planes podrán quedar inconclusos. A pesar de estos miedos ambos se encuentran
en un momento en el que logran aceptarse el uno al otro y compartir una lista
de logros que dejan de ser individuales para ser fruto compartido de una
experiencia de vida. Buscando un poco –a lo mejor forzando las situaciones la
aplicación práctica a esa lista conjunta de metas por cumplir, recordé muchas
oportunidades en mi quehacer docente cuando me he topado con alumnos
desahuciados por el sistema, por sus padres, por los maestros, nuestros
colegas. Y es aquí donde le veo –entre
muchas otras-, el aprendizaje que me ha dado la
película: vivir a pesar de todo y de todos, el no
permitir que nadie nos diga que no podemos lograr nuestras metas y,
especialmente como docente, el de no desahuciar a un alumno por el solo hecho
de considerar que no se ajusta a mi esquema de expectativas. Siento que seremos mejores docentes y mejores
personas en la medida que, como Carter, seamos capaces de ejercer esa escucha
activa que permite trascender el límite de las palabras y llegar a las
expresiones, a las experiencias de vida de nuestro interlocutor –llámese
alumno, hijo, representante, pareja, amigo- para establecer una comunicación en
la que realmente podamos involucrarnos desde la razón y desde los afectos. Me
parece que es una manera de poner el granito de arena para seguir esa
recomendación “find the joy in your live”… vivir a pesar de todo y de todos, vivir para ti, pero también con la
plena consciencia de que tu vida, tus vivencias, no sólo tuyas, sino que forman
parte también del acervo de las vivencias de quienes forman parte de ella. Seguir esta recomendación que puede dejarnos como regalo
final aquello que decía al principio de la película y que me quedó grabado
desde el primer momento, llegar al final de nuestros días “con los ojos
cerrados, pero con el corazón abierto”.
Referencias
Prieto Figueroa, L. B.
(1984): Principios generales de la educación. Caracas: Monte Ávila.
Rokeach, M. (1973): The
nature of human values. New
York: Free Press.
http://www.elseptimoarte.net/peliculas/the-bucket-list-764.html
http://www.imdb.com/title/tt0825232/
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