Muerte
viscosa
Un par de
caracolitos
en una
misión suicida
quisieron ir
un ratito
por agua y
sol al estanque:
llevaron sus
cuerpecitos
con
esfuerzo, cuesta arriba,
buscando
sólo un rayito
de ese sol
recalcitrante.
Mas, de uno a
otro instante,
irrumpió en
aquel jardín
una doña,
con carmín
en los
labios y espejuelos,
quien los
levantó del suelo
con asco y
muy mal talante
y arrugando
el entrecejo
dijo “¡qué
feos bichejos!”
Terminó allí
la aventura
promisoria
de este día:
pues, para
su desventura,
que erraba
con alegría
con un
movimiento brusco
y con un
chancletazo -¡zuas!-
justo al
lado de las rosas
tuvo una
muerte viscosa
y fue
enviada como inmigrante
directo
hacia el más allá.
En otras lunas y soles
En otras lunas y soles
ya no les
veremos más
pasearse por
el jardín
pues la doña de carmín
pues la doña de carmín
vino y los
exterminó:
con la
chancla ella les dio
acabando en
un segundo
con el amor
tan profundo
de este par
de caracoles.
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